'Documentos en la onda' es un proyecto cuyo objetivo es difundir el Patrimonio Documental Madrileño entre un público no especializado comentando documentos de los Archivos de la Comunidad de Madrid (Archivo Regional de la Comunidad de Madrid y Archivo Histórico de Protocolos de Madrid).

Para ello se sirve de las intervenciones realizadas por Nieves Sobrino, Directora del Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, en el programa de Onda Madrid 'Dos hasta las dos', presentado por Begoña Tormo e Isabel García Regadera. A través de esta sección en el Portal de Archivos de la Comunidad de Madrid, mostramos esos documentos de los que se habla y ampliamos el contenido de la conversación con más datos sobre el tema, anécdotas o historias relacionadas.

El Coliseo de los Caños del Peral y el teatro en Madrid durante la Edad Moderna

Emisora: Onda Madrid
Programa: Dos hasta las dos
Fecha: 19 de septiembre de 2019

onda madrid nieves

ENTREVISTA A NIEVES SOBRINO EN ONDA MADRID

'Dos hasta las dos', 19 de septiembre de 2019.

'Documentos en la Onda' nos trae unos documentos custodiados en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid que nos acercan a una de las actividades de ocio favoritas de los madrileños en la Edad Moderna: el teatro. La Directora del Archivo Regional, Nieves Sobrino, nos habla de dos documentos relativos al Coliseo de los Caños del Peral, en la actual plaza de Isabel II, más conocida por todos los madrileños como la plaza de Ópera. Estamos ante unos documentos en los que vemos cómo funcionan estos teatros en una doble vertiente: un edicto en el que se anuncia el arriendo del privilegio de representación con el promotor y los contratos de éste con los profesionales. Dentro del expediente de este último, destacaremos un documento en el que vemos las características del trabajo de uno de los oficios existentes en los corrales de comedias: el celador.

Los Caños del Peral: de Corral de Comedias a Coliseo
Quizá, junto al Corral del Príncipe (llamado actualmente Teatro Español), el Corral de la Cruz y el Corral de la Pacheca, el del Peral sea uno de los corrales de comedias más relevantes para conocer la evolución del teatro en la villa y corte durante la Edad Moderna.

Placa Corral de la Cruz LSB Placa Caos del Peral LSB

Placas conmemorativas del Ayuntamiento de Madrid de los lugares donde se encontraban el Corral de Comedias de la Cruz y el Coliseo de los Caños del Peral.

Hasta finales del siglo XVI, no hubo edificios dedicados en exclusiva al teatro, llevándose a cabo las representaciones en los patios universitarios, en los atrios de las iglesias, en el interior de los palacios y templos aristocráticos o, directamente, en las calles y plazas. Serán las cofradías creadas para realizar las representaciones quienes, para evitar el pago de los alquileres, construyan los propios corrales de comedias. El siglo XVII será el momento de esplendor de los corrales como únicos lugares en los que se representaba el teatro hasta que, en 1640, se inaugura el Coliseo del Buen Retiro de Madrid. Los corrales de comedias tenían una estructura muy homogénea, variando simplemente en función de su tamaño. Como no dejaban de ser patios interiores de las casas que se acondicionaron para poder realizar las representaciones teatrales, hablamos de unos lugares que estaban descubiertos por la parte del techo utilizándose simplemente unas lonas para evitar las inclemencias meteorológicas.

La entrada, a través de una puerta desde la calle, hacía que nos encontráramos con la alojería, una dependencia en la que se servía la aloja (bebida compuesta por agua, miel y especias) y donde se podía obtener –obviamente, previo pago de su importe– agua, fruta o frutos secos. El escenario estaba en un extremo del patio y tenía un decorado con paneles para ambientar la escena. Un rasgo característico de la escenografía de la época es que no existía el telón, por lo que, para avisar del inicio de la obra, se recurría a la música o algún ruido especial. El tablado era de pequeñas dimesiones y de él se levantaba una galería para representar los lugares elevados. Los aposentos superiores de las casas eran el lugar destinado a los asistentes de clase social más alta, mientras los más humildes se encontraban ubicados en el patio central, de pie o sentados. Entre ellos, se encontraban los revoltosos mosqueteros (los más bulliciosos de los hombres que asistían al teatro), de cuya actitud alborotadora dependía en gran medida el éxito o fracaso de la representación. Una última zona es la cazuela, una especie de palco para las mujeres del pueblo que tenía su acceso desde una puerta especial. Precisamente, de esta zona de la cazuela es de la que nos habla el último de los documentos que nos trae la Directora del Archivo Regional de la Comunidad de Madrid.

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Alzado con la distribución de espacios en los Corrales de Comedias madrileños de la Edad Moderna.

La importancia de los corrales de comedias en la España de los siglos XVI, XVII y XVIII era altísima, configurándose como uno de los principales destinos del ocio de los españoles. Sin duda, a esta circunstancia ayudó el extraordinario nivel de los autores españoles del Siglo de Oro, que conforman una nómina de creadores absolutamente irrepetible: Lope de Vega, Calderón de la Barca, Cervantes, Quevedo, Tirso de Molina y, ya en el siglo XVIII, Moratín o José Cadalso... En los siglos XVIII y XIX, los corrales de comedias fueron progresivamente siendo sustituidos por teatros cerrados, llamados a la italiana, que estaban iluminados con luz artificial por medio de candilejas y disponían de un escenario preparado para cambiar distintas escenografías. Este proceso es el que refleja perfectamente el Coliseo de los Caños del Peral. En la actual calle de los Caños del Peral, había una corriente de agua subterránea por lo que se creó una infraestructura para el riego de las huertas y el abastecimiento de agua de los madrileños de esa zona (incluido el propio Alcázar y, tras su incendio y destrucción, el Palacio Real). En este lugar, en 1708, una compañía italiana consiguió una licencia para instalarse en lo que, en principio, no sería más que una barraca.

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En la actual parada de Metro de Ópera se puede visitar el Museo de los Caños del Peral y contemplar los restos de las infraestructuras que permitían el abastecimiento de agua de esta zona de Madrid en la Edad Moderna.

El nuevo monarca de principios del siglo XVIII, Felipe V, no sólo introdujo una nueva dinastía (la borbónica) sino que, al ser un gran aficionado a la música y la ópera, trae consigo y populariza este tipo de espectáculos, ordenando construir sobre este corral un gran teatro o coliseo para representar dichas óperas. Es gracias a este impulso cuando, en 1738, se inaugura (siendo el primer edificio madrileño independiente destinado al teatro) el Coliseo de los Caños del Peral con la representación de la ópera “Demetrio”. El teatro estaba en la misma situación que el lavadero y el corral de los Caños del Peral y, en el momento de su edificación, era el teatro más grande de la capital, duplicando la superficie del Corral del Príncipe y casi doblando la del Corral de la Cruz. Su existencia se prolongó hasta que, en 1817, los daños ocasionados por la Guerra de la Independencia, provocaron que se demoliera para construir en su solar el actual Teatro Real y Plaza de Isabel II.

Un hospital organizando las representaciones
Este Edicto, custodiado en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid y fechado en 1787, está producido por la Real Junta que gobierna el Hospital General y de la Pasión y en él se anuncia el concurso para la concesión del privilegio de representar óperas en el Coliseo de los Caños del Peral. No debemos perder de vista que, en la Edad Moderna, la línea que separaba la esfera pública de la privada no estaba nada delimitada. De este modo, el motivo por el que sea un hospital quien convoque y resuelva las licitaciones para las representaciones teatrales es que gran parte de la financiación de las instituciones de beneficencia (y los hospitales eran considerados como tales) provenía de los ingresos obtenidos en los espectáculos de ocio. Así, sucede con el teatro y, también, con otra de las actividades favoritas de los españoles: las corridas de toros.

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En este documento del Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, se aprecia esa relación entre los espectáculos y los hospitales cuando leemos que "Don Juan Benito, vecino de ella dijo: que en veinte y siete de febrero del corriente año, representó a la Real Junta de Hospitales Civiles de esta propia Corte manifestando el proyecto (sin duda útil) que había pensado poner en práctica, con objeto de contribuir no sólo a la diverxión de una sociedad civilizada como la de esta población, sino lo que es más, al alivio y benficio de aquellos Hospitales en que se protexe la humanidad con la asistencia y curación de los Pobres desvalidos enfermos...".

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Por otro lado, el Edicto nos acerca a las principales características que tenían los pliegos de la época en relación con el teatro y nos permite saber que el importe de los vestuarios y decorados de las representaciones corrían a cuenta del concesionario en beneficio del Hospital General y de la Pasión. Y, por otro lado, que el pago por el arriendo del privilegio debía realizarse de forma anticipada.

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Curiosamente, y como podemos leer en el texto al dorso del documento, en esta ocasion no hubo adjudicación del privileigo de representación. En principio, no se presentó ningún pliego "hasta el día 26. El día 28 se presentó pliego y se remitió y vió en la Junta de comisión..." para, definitivamente, no admitir el pliego en cuestión "por las justas causas que advirtió la Comisión y después la Junta General".

En otro documento que también se custodia en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, observamos la importancia de la recaudación de las comedias para el Hospital General y de la Pasión y cómo, en el siglo XVI, ya se llevaban anotadas las cuentas diarias relativas a la recaudación de todas y cada una de las obras teatrales, labor llevada a cabo por parte de los "comisarios de las comedias" del Hospital General y de la Pasión. En estos libros de Asiento de Productos de Comedia, se apuntaban las cantidades obtenidas cada día en los que se llevaban a cabo representaciones en los corrales de comedias madrileños.

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Cubierta y dos páginas (que son las que dan inicio a los años 1582 y 1583) de un Libro de Asientos de productos de comedias desde el 7 de junio de 1579 hasta el año de 1586.

Las compañías teatrales
El segundo conjunto documental del que se habló en el programa 'Documentos en la Onda' nos revela las características que tenían los contratos entre el dueño de la compañía y los miembros de la misma. En primer lugar, debemos aclarar que el director de la compañía, además de las funciones que le correspondían como responsable de la sociedad, era la persona que ejercía de intermediaria con el hospital, lo que explica que estos documentos se encuentren en el Fondo Diputación Provincial de Madrid, al ser ésta la institución que asumió las competencias del antiguo Hospital General y de la Pasión.

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Vemos cómo el director del teatro de Óperas italianas, Domingo Rossi, adjudicatario del privileigo de representación en el Coliseo actúa "de cuenta de la Real Junta del Ospital General...".

En todas las contratas que componen este expediente, se repite en el encabezamiento que, pese a ser contratas privadas, los documentos tienen el mismo valor que si se hubieran realizado ante el escribano público, con lo que se otorga más fuerza a las condiciones que se contraen entre las partes.

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"Con la presente aunque privada contrata, que debe valer como si fuese otorgada de qualquiera escribano público de esta corte, se convienen".

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En tercer lugar, las contratas nos permiten ver el compromiso de los empleados con las condiciones estipuladas en los documentos. Así, se obligan a realizar su labor profesional (actuar, bailar, tocar el instrumento del que se trate, o asistir a las representaciones) en los ensayos necesarios que determinen el director del teatro o la Real Junta. 

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En esta contrata leemos cómo una "Baylarina de la Compañía Italiana" (Rosa Pelosini) se compromete a "hallarse pronta a los debidos ensayos, y abaylar cada noche de representación en todos los bayles, que se harán o que mandará el Señor Director del teatro, porque a tal efecto se han convenido con el pacto de no faltar a ninguno de los capítulos corrientes, ni a la buena Dirección".

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Por supuesto, en los distintos documentos aparece explicitado el periodo de vinculación de la relación contractual, que puede variar en su inicio, que puede renovarse por otra temporada pero que, invariablemente, termina con el martes de carlestonadas, es decir, el Martes de Carnaval. El término "carlestonadas" hace referencia a los tres días aneriores al día del comienzo de la cuaresma: el miércoles de ceniza.

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En el primer caso, vemos cómo el empleado cobraría "3.333 reales de vellón desde que principien los ensayos hasta el Martes de Carnabal..." y, debajo, otro documento que constata cómo se extiende el contrato "contándose desde el miércoles de Ceniza del presente hasta el martes de carnaval del próximo venidero de mil setecientos ochenta y nueve...".

Como no podía ser de otro modo, en estas contratas se estipulan los sueldos a recibir y el método de pago de los mismos, que podía ser recibidos bien mensualmente o bien en función de las representaciones que se hubieran producido.

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 En esta ocasión, leemos que "En recompensa de sus virtuosos trabajos, el Señor director le señala el onorario de seiscientos pesos duros [...] a prorrata de representaciones o mensualmente, según mejor pareciera a ambas partes". Pero, es interesante la cláusula final en la que se afirma que "En caso de suspensión de Teatro, incendio o muerte de Príncipes (que Dios no permita), entonces no se le paguerá más salario que a prorrata de tiempo hasta el día de la suspensión".

Por otro lado, en estas contratas vemos que al tratarse de profesionales especialistas en el género de la ópera (y por ser italianos, cuya competencia era muy reconocida) son personas muy bien pagadas, como demuestra también que dicho pago se efectuaba, en ocasiones, en "peso duro". Era esta una divisa también conocida como real de a ocho, peso fuerte o dólar español y su nombre deriva de que su aleación era de plata y pesaba bastante, tratándose de una moneda aceptada prácticamente en todo el planeta por el valor de la plata y por haberse acuñado en un gran número.

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Hay estudios que afirman que el símbolo del dólar ($) no es sino el reflejo de la imagen que había en el reverso del dólar español: las dos columnas serían las Torres de Hércules y la “S” sería la que aparece en Plus Ultra (lema que acuñó Carlos V para España tras el descubrimiento de América). Otra teoría afirma que la “S” proviene de la superposición de la “P” y la “S” de la palabra peso, como era conocido el real de a ocho. En cualquier caso, está demostrado que el dólar español era la moneda utilizada (y lo fue hasta 1857) cuando las trece colonias se independizaron de Inglaterra y, tras rechazar la libra, sufrieron las dificultades para implantar su moneda propia y que fue el modelo a seguir por el dólar norteamericano.


En otro documento que se conserva en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, podemos comprobar las nóminas de los distintos oficios que se encontraban empleados en el Coliseo de los Caños del Peral en 1787. La relación de profesiones y empleados es enorme, lo que nos hace ver la cantidad de personas empleadas. Así, aparecen miembros de la orquesta, traductores, bailarines, avisadores, repartidores, y recogedores de boletines, miembros de la compañía operística, peluqueros, guardarropas, pintores del teatro, sombrereros y sastres, acomodadores, criados,... todos con su nombre y la cantidad ien el mes (en este caso el mes de octubre). Por otro lado, justo debajo de cada asiento, aparece el "recibí" con la firma del empleado en cuestión.

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Algunas de las páginas del documento conservados en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid donde se observan las profesiones, sueldos y el recibí de los trabajadores.

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La cazuela
Decíamos anteriormente que una de las secciones que componían los corrales de comedias era la cazuela. Se trataba de un palco situado frente al tablado donde se realizaban las representaciones y al que se accedía de forma independiente para que hubiera el mínimo contacto con los hombres de las mujeres que también iban a disfrutar del espectáculo teatral. Tanto por lo revelador del testimonio para entender en qué consistía la cazuela como por lo interesante del lenguaje empleado, y pese a que la letra permite su fácil lectura, transcribimos el documento que reproducimos a continuación:

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"Digo yo, Felipe Massi, estoy conbenido con los Señores de la Comisión de Ópera, en servir de celador de las órdenes que se me intimen en la puerta del Caffe del lado de la Cazuela del teatro de los Caños del Peral con el sueldo de cinco reales por cada noche de representación y procurar yr al teatro a la hora precisa que se me de para evitar el que como dicho Caffe se abre con alguna anticipación a la ora de empesar la Ópera que no suban a la Casuela ombres y si por casualidad algún imprudente con pretesto de acompañarla asta arriba, o de darla el braso para subir, intentase pasar los límites que están señalados por los señores, se lo impedirá; y si acaso tubiese algunas palabras impropias con el celador, procurará este acer avisar a D. Francisco Fernández para que, enterándose del caso, tome la providencia que le paresca o dé parte a los señores de la Junta. Madrid 12 de octubre de 1787. Felipe Masi".